Hay un sabio chino en un rincón de mi mente. Que golpea las cavidades craneanas para salir al mundo.
Lo detengo, pequeño travieso, quiero seguir siendo un niño, le digo.
El sabio me dice que soy adulto, que ese es el problema.
¿Por qué sabio? ¿ por qué dices que soy un adulto?, yo no soy maduro, cometo errores con solo respirar.
El sabio me dice que mis errores no son tales. Y que los tropiezos solo son el resultado de querer caminar.
Como un niño travieso que se cae y se levanta mil veces y aunque sus pasos vacilen sigue andando, y si no puede caminar se arrastra, asi se arrastra el que quiere vivir cueste lo que cueste.
El hombre lleva un luto eterno que conmemora la muerte y la violencia. Pero bajo sus negras vestiduras se esconde el traje colorido de la existencia, que danza al ritmo de tambores, que se contonea para esquivar el hastío. Y que se deja llevar por la musica que emite el sonido del viento.
Y dolor y alegría se unen para festejar la muerte de los idiolos caídos: dioses, ideologias, patriotismos. Y con risa irónica los hombres y mujeres festejan el día en que no murieron recordando sus muertos.
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