jueves, 30 de julio de 2009
Alucinaciones.
Inyectó el químico en sus venas, y el placer la poseyó en plenitud. Tiritaba y relamía sus labios. Acarició sus muslos, y le parecieron distantes, su mente ya había abandonado su cuerpo y la motricidad de sus articulaciones solo era pensada. mas no consumada. Sus ojos eran la ventana de un cuerpo muerto, y desde dentro observaba el panorama mortuorio del tránsito nocturno. Observaba a los transeúntes, invisibilidad visible de un interior quebrado por la realidad tirana que doblegaba una voluntad también partida por cansancio, un cansancio que olía al fracaso de siglos, siglos de dominación corporal y mental. No había lugar donde ir, salvo hacía aquel paraíso que los alucinógenos le proporcionaban, y que su voluntad le había negado.
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