miércoles, 5 de agosto de 2009

El pogo

El oído es el medio por el cual la música llega al espíritu. Es mágico el proceso por el cual un acorde, una melodía o un estribillo pueden llegar a desatar guerras en el interior de un ser humano. Es una explosión nuclear a escala del cuerpo de un hombre que hace que la materia de la cual está formado quiera moverse, quiera imponerse al espacio, conquistar el aire y aglutinar espíritu y cuerpo expandiéndose a través del territorio que circunda a los otros cuerpos que chocan como átomos que no pueden permanecer estáticos. Colisionan, se estrellan, se separan y vuelven a rozarse. En una danza cósmica, de sudor y golpes, que amalgama corazón y mente.
Es uno de esos pocos ratos en donde el hombre no se rige bajo reglas extrínsecas ni intrínsecas. Y la voluntad es libre de la realidad y de la conciencia. Y esa es la libertad que Sartre defendía, como los estados del sur estadounidense defendían la esclavitud . La que se rige por el deseo, por el inconsciente, que es el único lugar donde somos no lo que queremos ser sino lo que deseamos.
Quién iba a pensar que la libertad estaría regida por el sudoroso contacto con el otro, cuando lo que el ser humano ha intentado por milenios es la restricción de la libertad ajena, sin darse cuenta de que amo y esclavo se sujetan con la misma cadena, como siameses nacidos del mismo óvulo cuya masa celular no ha llegado a dividirse por completo.

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